En un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero olvidarme, el Motoclub Dulcinea tiene a bien organizar, desde hace 19 años, una peculiar concentración motera que, indiscutiblemente, es única.
El sábado 4 de diciembre, cuando media península estaba cubierta de nieve, el frío recibía a los 200 moteros llegados a El Toboso desde casi cualquier lugar de España: Ibiza, Barcelona, Santander, Salamanca, Huelva… Frío que se combatía con una cálida bienvenida, caldo, abrazos, cómicos, cena, concierto… y cariño, mucho cariño, el que desparramaban los miembros del M.C. Dulcinea.
El domingo, después del imprescindible desayuno, dirigimos nuestras monturas por las largas, y húmedas, rectas manchegas rumbo a Campo de Criptana y a sus majestuosos molinos. La vista desde allí arriba es impresionante, así que la organización había dispuesto agasajarnos con un caldo riquísimo para que nos deleitáramos con los gigantes, digo molinos.
Algo después, con el estómago caliente, doscientas monturas se dirigieron a Pedro Muñoz, donde esperaban unas riquísimas gachas a base de tocino ibérico. Cosa rica que se agradecía, dada la temperatura ambiente
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Al contrario que en otras concentraciones, en ésta no todo es montar en moto; hay mucho tiempo para compartir y charlar con otros moteros, para disfrutar del calor de las sonrisas que lucían todos los participantes y organizadores, y eso fue lo que hicimos en Mota del Cuervo, a donde llegamos para disfrutar de unas viandas junto a la iglesia, justo antes de volver a El Toboso, donde después de guardar un respetuoso minuto de silencio por los moteros que nos esperan en el cielo, se entregaron unos bonitos premios.
La zurra y una suculenta caldereta de cordero a base de millas de amistad, cuarto y mitad de compañerismo; amabilidad, alegría y motociclismo a partes iguales, sirvieron de preámbulo a la inevitable despedida.
Podíamos haber comido cualquier otra cosa, podíamos haber recorrido cualquier otra ruta, podíamos haber compartido el día con más o menos moteros, pero mientras se sigan haciendo las cosas con tanto cariño, que nadie dude de que mi moto y yo nunca olvidaremos el nombre de un lugar de La Mancha en el que el Motoclub Dulcinea tiene a bien organizar, desde hace 19 años, una peculiar concentración motera que, indiscutiblemente, es única.
Fernando Bautista
Gracias amigo por estas letras escritas desde lo mas profundo de tu corazón, gracias.
La concentración termino y teníamos que volver. El lunes cogimos nuestras monturas y rumbo a nuestra querida Murcia, tierra de adopción para mi y de nacimiento para mis compañeros de viaje. Del frió pasamos al calor, 18º quien lo diría, ahora nos sobraba la ropa, pero el viento nos dio un poco de lata, mas de lo necesario. Llegamos a nuestro punto de partida con el recuerdo de unos días llenos de alegría, ilusión e inolvidables recuerdos. Ahora solo queda esperar un nuevo sueño, una nueva aventura.